Por Jesús Agualimpia
Es la pregunta que se hacen muchos habitantes de Buenaventura a raíz de la situación que está atravesando la mayoría de la población por la falta de empleo e ingresos. Los rebuscadores deambulan en las calles de un lado para otro, muchos de ellos juegan chance, lotería y cuanta rifa se les aparezca, a ver si logran un golpe de suerte. De lo contrario no ven una salida para calmar su angustia y llevar el pan de cada día a la casa.
Esta era la situación de los bonaverenses hace un año, antes de la pandemia, imagínense lo que sucede hoy con las restricciones de la movilidad, los toques de queda, etc. Y adiciónenle a esto el terror de los grupos delincuenciales con sus conciertos de balas en las comunas del Distrito, sin Dios y sin ley.
Esta era la situación de los bonaverenses hace un año, antes de la pandemia, imagínense lo que sucede hoy con las restricciones de la movilidad, los toques de queda, etc. Y adiciónenle a esto el terror de los grupos delincuenciales con sus conciertos de balas en las comunas del Distrito, sin Dios y sin ley.
Porque como decía un vecino de Pampalinda al llamar a una emisora, “los delincuentes siempre han estado allí, hoy se hizo notorio porque entre ellos se pelearon y esto trascendió a la luz pública porque convirtieron los barrios en sus campos de batalla y el miedo y la zozobra se apoderó de sus habitantes, a tal punto que muchos salieron huyendo para resguardar su vida”.
Ahora bien, lo más seguro que puede pasar es lo que siempre ha hecho el gobierno nacional: enviar más pie de fuerza. Los militares llegan, capturan a algunos delincuentes, y listo. Esperamos que las autoridades locales se pongan las pilas para que acá no solo llegue la Fuerza Pública a sofocar el incendio, sino que apague el combustible que lo genera. Necesitamos planes de desarrollo reales, no en el papel, y el alcalde tiene una enorme responsabilidad.
Es hora de recuperar el terreno perdido en su popularidad con el ciudadano corriente, ya que nadie olvida su discurso el día de su posesión el 1 de enero del año 2020. Era un discurso ecuánime invocando a la verdad, la legalidad, la libertad, la paz y el derecho que tenemos de vivir con dignidad, pero por lo visto solo le bastó sentarse en la silla del despacho para olvidarse de aquellas palabras memorables.