Así nació Pacífico Siglo XXI

Todo empezó en la mañana del 21 de abril de 1990. El País de Cali cumplía 40 año

Y yo trabajaba en el departamento comercial. Allí vendíamos la publicidad del periódico y a la vez hacíamos información, sobre todo en mi caso, que viajaba a los sectores rurales más recónditos del Pacífico para elaborar separatas.
Con motivo del aniversario 40 del diario, venía el presidente de Colombia y una comitiva de Bogotá. Por eso fui a visitar la sede. También había una misa. Sin embargo, cuando llegué a la portería, no me dejaron pasar. A pesar de que yo trabajaba en la empresa, y era el mejor vendedor de publicidad, me cerraron las puertas. Pregunté las razones y los vigilantes me dijeron que ese día estaba reservado solo para “personajes especiales”. Ellos me conocían, sabían quién era, pero me explicaron que les habían dado esa orden.
Me dolió mucho porque en esos días el periódico estaba preparando una publicación que le iban a entregar al señor Presidente sobre el Pacífico colombiano, y yo era una de las personas que había aportado la información del Chocó y Buenaventura.
En todo caso esa mañana se afirmó en mí la idea que venía pensando hace rato: crear un periódico independiente donde la gente del Pacífico estuviera representada. Así comenzó a gestarse Pacífico Siglo XXI.
Yo renuncié a El País por ese episodio y me fui para El Espectador. Comencé a trabajar con ellos el 12 de octubre de 1991 y ya tenía el primer número de la separata Pacífico Siglo XXI que ellos decidieron publicar tras mi insistencia y resultados de publicidad.
Fue así como nació la separata, de 24 páginas, con información de todos los municipios del Chocó, Nariño, Cauca y por supuesto Buenaventura. Hasta la gran depresión económica de Colombia, los años 1996 y 1997, cuando El Espectador fue vendido.
Un año después, en 1998, hablé con el doctor Rodrigo Lloreda, quien me contrató para regresar a El País y manejarles el periódico Al día en Buenaventura. Sin embargo, cuando murió el doctor Rodrigo, retomé la idea de Pacífico Siglo XXI, ya no como una separata, sino como un periódico libre, independiente, como el que tenemos hoy. Esa, en resumen, es la historia de esta casa periodística.
Gracias a todos los lectores y anunciantes por su apoyo para mantener bien informada a la gente del Pacífico, algo fundamental en toda democracia. Gracias a los colaboradores, y a mi familia, que me han acompañado en este sueño hecho realidad llamado Pacífico Siglo XXI.

Los ‘come solitos’ o los ‘enbilletados’

En la costa Pacífica hay una expresión que utilizan sus habitantes para describir a aquellos amigos, conocidos y funcionarios públicos que no dan nada, no gastan nada y no contratan con nadie que no sea de los suyos. Les llaman ‘come solitos’. Esta clase de funcionarios son aquellos que siempre tienen una disculpa para todo y nunca tienen presupuesto para nada.

Cuando alguien del pueblo les pide apoyo para una causa social, o les ofrecen en venta un producto o servicio, por lo regular responden con el siguiente argumento: “aquí no hay presupuesto para eso, el presupuesto que dejó el anterior gobierno no alcanza ni para la papelería, tal vez usted no lo sabe pero la anterior administración dejó la olla raspada”.

Enseguida se despachan en contra de aquellos que se fueron y que por estar ausentes no pueden defenderse de todo cuanto se dice a sus espaldas.

Llámese jefe de área, director, secretarios de despacho, concejales, alcalde, diputados, representantes a la cámara, senadores, ministros o directores de instituciones descentralizadas, es común escuchar que se les llame entonces los ‘come solitos’.  Pero lo mejor de la historia es que cuando se invierten los papeles, y son ellos los que requieren de la ayuda del pueblo, o de los medios de comunicación, prometen esta vida y la otra para que les den la mano,  olvidando que son llamados ‘come solitos’.

En el Pacífico a estos personajes se les llama también los ‘enbilletados’. Nadie sabe cómo lo hacen, pero el billete lo consiguen porque lo consiguen. Han avanzado tanto, que ya tienen hasta ‘club de los enbilletados’ o ‘come solitos’. Generalmente se distinguen por el atuendo – usan ropa costosa y de última moda– buenas joyas, buenos carros, frecuentan los mejores hoteles y consumen el mejor menú en los restaurantes, prefieren las zonas de VIP y los mejores palcos.

En su vivienda siempre buscan estratos altos o construyen su propia casa a su manera, para que se refleje lo que son en ese momento. Alguien decía que aunque parezcan iguales en su andar, los ‘enbilletados’ se diferencian de los ‘come solitos’ porque generalmente envían a los hijos a estudiar a las mejores universidades nacionales o extranjeras, mientras que los ‘come solitos’ simplemente los envían a estudiar sin importar mucho la calidad de las academias.

La otra diferencia de los ‘enbilletados’ es que, algunos, tienen montada toda una estructura para asuntos no tan correctos con abogados, jueces, fiscales, fogoneros y periodistas, mientras los ‘come solitos’ no cuentan con ello.  Lo cierto es que en este país salen cada día nuevas formas de delinquir con apariencias legales y uno se pregunta por el ejemplo que le estamos dejando a las generaciones que nos siguen.

¿Y ahora quién podrá salvarnos?

Por Jesús Agualimpia

Es la pregunta que se hacen muchos habitantes de Buenaventura a raíz de la situación que está atravesando la mayoría de la población por la falta de empleo e ingresos. Los rebuscadores deambulan en las calles de un lado para otro, muchos de ellos juegan chance, lotería y cuanta rifa se les aparezca, a ver si logran un golpe de suerte. De lo contrario no ven una salida para calmar su angustia y llevar el pan de cada día a la casa.

Esta era la situación de los bonaverenses hace un año, antes de la pandemia, imagínense lo que sucede hoy con las restricciones de la movilidad, los toques de queda, etc. Y adiciónenle a esto el terror de los grupos delincuenciales con sus conciertos de balas en las comunas del Distrito, sin Dios y sin ley.

Esta era la situación de los bonaverenses hace un año, antes de la pandemia, imagínense lo que sucede hoy con las restricciones de la movilidad, los toques de queda, etc. Y adiciónenle a esto el terror de los grupos delincuenciales con sus conciertos de balas en las comunas del Distrito, sin Dios y sin ley.

Porque como decía un vecino de Pampalinda al llamar a una emisora, “los delincuentes siempre han estado allí, hoy se hizo notorio porque entre ellos se pelearon y esto trascendió a la luz pública porque convirtieron los barrios en sus campos de batalla y el miedo y la zozobra se apoderó de sus habitantes, a tal punto que muchos salieron huyendo para resguardar su vida”.

Ahora bien, lo más seguro que puede pasar es lo que siempre ha hecho el gobierno nacional: enviar más pie de fuerza. Los militares llegan, capturan a algunos delincuentes, y listo. Esperamos que las autoridades locales se pongan las pilas para que acá no solo llegue la Fuerza Pública a sofocar el incendio, sino que apague el combustible que lo genera. Necesitamos planes de desarrollo reales, no en el papel, y el alcalde tiene una enorme responsabilidad.

Es hora de recuperar el terreno perdido en su popularidad con el ciudadano corriente, ya que nadie olvida su discurso el día de su posesión el 1 de enero del año 2020. Era un discurso ecuánime invocando a la verdad, la legalidad, la libertad, la paz y el derecho que tenemos de vivir con dignidad, pero por lo visto solo le bastó sentarse en la silla del despacho para olvidarse de aquellas palabras memorables.

Una visión de liderazgo

Por Jesús Agualimpia

Hablar de la pobreza y la miseria del Chocó es casi aludir a una verdad de Perogrullo. Lo preocupante es la pasividad de los chocoanos en la búsqueda de salidas a los males que los agobian desde hace muchos lustros.

Alguien decía que de la grandeza de sus hombres dependía el progreso de sus pueblos. Esta frase es de difícil aplicación en el Chocó, no porque carezca de hombres grandes e ilustres, sino porque, paradójicamente, entre más profesionales chocoanos se forman en las universidades colombianas, más evidente es el atraso y las condiciones de miseria del departamento.
Lo que sí se observa es un crecimiento individual, pero no colectivo. Algo contradictorio, si nos atenemos a nuestro ancestro tribal, caracterizado por el trabajo en equipo.

La realidad es preocupante. En ninguno de los 31 municipios se cuenta con una infraestructura eficiente en materia de servicios públicos y pese al esfuerzo de algunos dirigentes, la corrupción sigue haciendo de las suyas.

Aunque el Chocó tiene dirigentes capaces que sobresalen por su probidad, dedicación y compromiso social, se requiere un líder que aglutine los esfuerzos aislados y guíe al colectivo por los caminos de progreso y reivindicación. Un líder que sensibilice a la sociedad sobre la importancia de trabajar procesos en colectivo. Que sea acucioso y viva en permanente acción en favor de su comunidad. Eso se aprende desde la escuela. Cuando una persona con estas condiciones aspira a ser concejal, alcalde, diputado, gobernador o parlamentario, ya tiene una visión clara de lo que es su papel.

Valdría la pena que en épocas electorales la población tuviera en cuenta estas características a la hora de una votación. Sería un buen comienzo en el intento de darle la vuelta a una historia de negación y sufrimiento.

Petulancia y arrogancia en el poder

Por favor, que alguien me diga en el Pacífico o en Colombia dónde puedo conseguir un funcionario público
o dirigente negro que tenga rasgos de origen como lo son el respeto por los demás, escuchar para ser escuchado, preservar valores como la educación, la prudencia, la obediencia, el respeto por la palabra empeñada, aquella que hace fiables los actos cotidianos y le da credibilidad y autoridad al funcionario o dirigente para creer en lo que dice.
Busco un funcionario serio, aplomado, sin ínfulas de ‘sabelotodo’, que la petulancia y la arrogancia no sea un común denominador en su vida, que tenga sed de servir mas no de engañar a su gente para sentirse el mejor mediante discursos flojos por falta de contenido, discursos que navegan en el reino de la utopía aprovechándose de la ignorancia de su gente.
Da tristeza observar cómo alguien que los amigos de ayer lo conocieron en muchas dificultades y le dieron una mano, hoy aparenta ser ‘de mejor familia’ porque consiguió un cargo público. Entonces no contesta teléfono, no responde mensajes, no atiende a la gente y siempre finge estar ocupado. Sus reuniones son con la gente del alto ‘turmequé’ porque ya reunirse con los amigos de infancia no tiene chiste.  Cambia el caminado, el perfume, y se vuelve como ‘Ruperto Mena’, el disco del Grupo Niche.
Entonces, entre sus allegados empieza a perder puntos y a surgir rechazo por su actitud y comportamiento, logrando que la gente no lo soporte.
Lo más cierto y doloroso es que se termina el poder y vuelve a las calles a encontrarse con su realidad. Allí entiende que ni Duque ni Sarmiento son sus amigos y que nunca estuvo sentado con ‘Dios’ hablándole de tú a tú como él creyó.
Y es así como aprende que lo mismo le ha ocurrido a la mayoría que le antecedió. Ojalá esos funcionarios de hoy tomen conciencia para que no corran la misma suerte, porque como lo dice el viejo dicho, “todo aquel que no conoce su historia estará condenado a repetirla”.
Por favor, no se aterre al comprobar que este comportamiento lo encontramos en nuestros ministros, senadores, representantes a la Cámara, en el sector judicial, en los gobernadores, diputados, alcaldes, concejales, secretarios de despacho y funcionarios de bajo rango. También en el sector privado, y en donde hemos alcanzado alguna representación importante. ¿Qué hacer para desterrar este comportamiento?

Derecha, izquierda…

Recuerdo que cuando era niño e iba a la escuela, nos hacían formar en el patio principal del plantel. Eran seis filas por orden de estatura, y cuando las filas estaban alineadas, se escuchaba la voz del rector, Armando Perea, entrecortada por la disfonía que le causaba el licor del día anterior.

Él se paseaba por medio de las filas y decía: “ustedes a la derecha y ustedes a la izquierda”. Yo renegaba, porque siempre me tocaba la izquierda, y a ese lado hacía mucho sol en las mañanas,  mientras que los de la derecha estaban en la sombra. En la jornada de la tarde nos hacían formar nuevamente. Yo me ponía feliz porque me tocaba al lado izquierdo, y a esa hora el sol pegaba al lado derecho de la formación.

La dicha me duraba poco porque al rato salía el profesor de educación física y decía: “Pasen a la derecha los gladiadores”. Es decir,  los buenos deportistas.

Con ese discurso pasábamos de la sombra al sol, y marchábamos bajo las órdenes del profesor Santiago Mosquera. Él decía, al paso de nuestra marcha: “Izquierda – derecha, izquierda-derecha”.

Muchos años después, vine a entender que los niños de la derecha eran los hijos del privilegio, los hijos de los paisas, de los comerciantes, de los doctores y de los maestros del pueblo, quienes no permitían que se asolaran con los de la izquierda.

Mucho tiempo después,  vine a entender que la derecha es un poder y la izquierda es una fuerza; y tiempo después también vine a entender por qué cada vez que peleábamos con los hijos de la derecha,  los maestros nos castigaban con látigo, y al otro día teníamos que traer a nuestros acudientes para poder entrar a clases, mientras que a los hijos de la derecha los despachaban y al otro día entraban a clases sin ningún problema sencillamente porque en la tienda del papá los maestros de mi escuela fiaban la remesa.

Y ahí entendí  que mi país es un país gobernado por gente de derecha que viene  de un legado  esclavista.  Por eso  en la abolición de la esclavitud,  a quienes tenían esclavos les pagaron por liberarlos,  en cambio a los esclavizados no les dieron nada para vivir.

Muy tarde entendí además, que la derecha que gobierna este país sólo piensa en riqueza, en dominio y en guerra, que  deja buenos  dividendos. Y entendí que todo aquel que piensa distinto es señalado, sindicado, codificado y estigmatizado.

También entendí que la izquierda se fija en el ser humano como ser pensante, dueño de su vida, y cree que la libertad de acciones y pensamiento es un derecho para todos.

Pero, no es un poder, repito. La izquierda es sólo una fuerza. Entonces también entendí que este país no será justo jamás miente esté gobernado por la derecha.

La protesta mundial contra el racismo que podría llegar a Colombia

Por Jesús Agualimpia

El pasado 25 de mayo, al escuchar noticias CNN, hablaban de la muerte de George Floyd. Según el presentador, “en más de 70 ciudades en los Estados Unidos la gente salió en protesta por lo ocurrido”. En ese momento me dije en voz alta: “bendito sea Dios”.

Al mirar las imágenes que mostraba CNN, recordé las grandes luchas de los líderes norteamericanos como Martin Luther King, y la marcha de Washington con motivo de la conmemoración de los 100 años de la abolición de la esclavitud de los negros en los Estados Unidos. En aquella ocasión se realizó la más grande manifestación de protesta pacífica generada por un movimiento de desobediencia civil en contra de la discriminación y el racismo. La marcha, por supuesto, fue encabezada por el reverendo Martin Luther King. Era el 28 de agosto de 1963.

Asistieron 250 mil personas teniendo como testigo la imagen del expresidente Abraham Lincoln, aquel que abolió la esclavitud en Norteamérica el primero de enero de 1863. 100 años después allí estaban los negros reclamando aquellos derechos que les habían prometido y que no se los habían respetado.

La marcha defendía un documento de 100 puntos que buscaban la reivindicación étnica y social, todos basados en los derechos de igualdad: los derechos civiles.

Y fue en ese lugar en el Memorial Lincoln en donde el reverendo Luther King Jr pronunció su memorable discurso titulado ‘Tengo un sueño’, que para los entendidos fue una pieza oratoria espléndida y premonitoria de lo que comenzaría a suceder en el futuro próximo. Miremos algunos de sus apartes:

“Yo tengo un sueño de que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo: ‘Creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales’.

Yo tengo el sueño de que un día en las coloradas colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad. Yo tengo el sueño de que un día incluso el estado de Mississippi, un estado desierto, sofocado por el calor de la injusticia y la opresión, será transformado en un oasis de libertad y justicia. Yo tengo el sueño de que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter. ¡Yo tengo un sueño hoy!”

Y agregó: “Yo tengo el sueño de que un día, allá en Alabama, con sus racistas despiadados, con un gobernador cuyos labios gotean con las palabras de la interposición y la anulación; un día allí mismo en Alabama, pequeños niños negros y pequeñas niñas negras serán capaces de unir sus manos con pequeños niños blancos y niñas blancas como hermanos y hermanas”.

 Y así continuó aquel discurso por casi dos horas. Cuando uno lee y escucha lo que significan esas palabras de Luther King, se reconocen las razones del porqué los negros siguen luchando por sus derechos tras casos de violencia racial como el de George Floyd.

El pueblo se volcó a las calles a reclamar por sus derechos, esos por los que luchó Martin Luther King y miles de líderes y que hasta hoy algunos siguen vulnerando. Derechos como la igualdad para todos, igualdad para estudiar en los mismos colegios y universidades en las misas condiciones, igualdad para comer en el mismo restaurante, trabajar en las mismas empresas, jugar en los mismos equipos, bailar en las mismas discotecas. Pero en la práctica eso aún no ocurre del todo.

De allí la situación que produjo el estallido social que se sintió en distintas ciudades en el mundo. Muchos no entienden que la sociedad cambió, pero sus gobernantes se quedaron en el pasado.  No sería extraño que a Colombia llegue ese coletazo de protesta en contra de la discriminación racial. Amanecerá y veremos.

El negro y su historia III

Por Jesús Agualimpia

Director de Pacífico Siglo XXI

“Si tú tienes un perro, yo debo tener un perro; si tienes una casa, yo debo tener una casa; si tienes un revolver, yo debo tener un revolver; si tienes un carro, yo debo tener un carro; si tienes la oportunidad de estudiar, yo debo tener la oportunidad de estudiar.   Eso es igualdad. Pero no me digas que tú y yo somos iguales cuando hoy estás pensando a qué lugar del mundo te vas de vacaciones, y yo estoy pensando cómo me consigo el desayuno de mañana. Eso se llama inequidad y la genera el racismo y la discriminación que ustedes le ejercen a los negros en este país. Y tú me vienes a decir que somos iguales. Eso no es igualdad”.

Lo anterior lo decía el defensor de los derechos de los afroamericanos, Malcom X, cuando salía de una charla con los estudiantes de la Universidad de Detroit y lo abordaron los periodistas.  Era 1962 y su discurso sigue tan vigente como entonces.

Malcom agregó: “la palabra ‘igualdad’ la incubaron los religiosos católicos en América para apaciguar la rebelión de los esclavos en contra de los esclavistas. Yo nací en esta tierra pero soy víctima del l norteamericanismo blanco que ejerce ese brutal racismo en contra de nosotros”.

Por estos días llama m la atención ver cómo los medios de comunicación y columnistas se ocupan del tema de la discriminación racial a raíz de lo ocurrido con el afroamericano George Floyd, quién perdió la vida en circunstancias brutales por un acto de racismo de un policía norteamericano. Llama la atención que personas a quienes les disgustaba o eran indiferente al tema de los negros, hoy escriben artículos sobre el racismo y la discriminación, lo cual, como periodista negro y defensor de nuestra historia y derechos, me complace.

Es un aliciente saber que gracias a los hechos que están ocurriendo en el mundo, tantas protestas tras el asesinato de George Floyd, se ha movido el corazón y la conciencia de muchos que tienen el privilegio de escribir o expresar sus ideas en periódicos y revistas.

Qué bueno sería que los que hoy escriben sobre la discriminación y el racismo tuvieran una mirada hacia dentro e hicieran una introspección para revisar qué pasa con la discriminación y el racismo en Colombia, y el porqué su familia y ellos mismos ejercieron la discriminación y el racismo de manera inconsciente para, a partir de ese análisis, asumir el compromiso de no seguir ejerciendo esta abominable práctica.

Como dijera una vez Pascual Augusto Charrupí: “todo aquel que no nace negro en Colombia lleva consigo la semilla del racismo y la discriminación porque desde pequeño les inculcan frases racistas que con el tiempo se convierten en un ejercicio permanente de racismo, desconociendo el daño tan grande que se nos hace como etnia”.

¿Quién de ustedes, amables lectores, en publico o en privado, no ha pronunciado la frase “qué suerte tan negra tengo”; o “ese hombre tiene un corazón negro”; o “esa mujer tiene el alma negra”?

Cuando en el Senado de la República meten un mico en un proyecto de Ley dicen: “aquí hubo mano negra”. Cuando expresan “esas aguas negras”, se refieren a las de alcantarilla.

Otra frase racista y dolorosa se escucha mucho en las playas: “salga del sol porque se va poner negro”. O la común expresión “negro tenía que ser”.  Y no falta el presentador de televisión que en horario estelar dice: “lista negra de los paras”; “día negro para la economía”. Cuando usted saque de su lenguaje estas expresiones, está haciendo una importante contribución a bajar los niveles de racismo en Colombia.

 

 

 

 

 

 

¿Por qué decir ‘negro’ genera discusión?

Se olvida que la palabra ‘negro’ es una nomenclatura como decir ‘blanco’, ‘amarillo’, o ‘rojo’. Lo ‘malo’ de la expresión ‘negro’ es que no hayamos recibido una etnoeducación para defenderla y sentirnos orgullosos de ser negros.
Primero examinemos el porqué la palabra negro no debe producir ofensa, ya que el problema no está en la palabra sino en lo que han querido convertirla. Por ejemplo, cuando revisamos los códigos de estigmatización en la época de la trata, a los esclavos los llamaban ‘negros africanos’, según Mannix y Cowley, en su libro ‘La verdadera historia de la trata de negros’.
El investigador genético italiano Luca Cavalli-Sforza, en su explicación de la raza humana y por qué somos distintos, dividió a los humanos en tres grupos y entre los principales son: negroides, mongoloides y caucásicos.
Ahora miremos en nuestro país qué pasa con la palabra ‘negro’ y qué significado le dan. Miremos las dos caras.
Día negro: en nuestro país significa ‘día terrible’ o de ‘desastre’. Pero en los tiempos de la esclavitud era el día de descanso que daban los esclavistas a los esclavos. En algunas zonas les daban el domingo y en otras los viernes. El día negro era un día de asueto y de alegría para los negros.
Aguas negras: en Colombia son ‘aguas sucias’ o de ‘alcantarilla’, aunque la expresión correcta debiera ser aguas residuales. En los tiempos de la trata de esclavos negros, al revisar el libro ‘La historia de la trata en el atlántico norte’ de Mannix y Cowley, ‘aguas negras’ significaba orgullo para los navegantes europeos cuando llegaban a su tierra al regreso de África en su negocio triangular de la venta de africanos. Decían con orgullo ante sus amigos en las cantinas: “estuve en aguas negras”. Esto significaba que había estado en ríos y mares muy peligrosos infectados de fieras y animales salvajes.
Obra negra: en nuestro país significa una obra inconclusa. En los tiempos de la esclavitud era la venganza del negro cuando el esclavista lo castigaba con 50 latigazos y lo dejaba sin comer varios días. Este negro lograba escapar con la ayuda de sus compañeros. A los días volvía y le prendía fuego a la plantación. Cuando el amo llegaba al lugar, a los esclavos les decía: “esto es obra negra”.
En fin, este escrito no pretende sentar cátedra sobre la materia, solo tiene como objetivo ayudar a esclarecer mitos que nos hacen creer que al decirnos negros nos ofenden, y no es así. Sintámonos orgullosos de nuestra etnia.

La cultura será nuestra salvación

 Por Jesús Agualimpia 

Se ha dicho hasta la saciedad que los pueblos negros en Colombia no tienen otra salida en su lucha reivindicatoria sino a través del recurso propio. Es decir: destacarnos en lo que mejor hacemos,  llámase cultura o  deporte. A pesar de que Buenaventura es  el primer puerto de Colombia,  nuestra gente no tiene vocación portuaria, bien sea porque no hay escuelas de formación para esta especialidad o porque los empresarios no invierten en programas publicitarios para promover y capacitar a la gente en esta actividad, lo que incide en las cifras de desempleo.

De ahí que necesitamos, para tener mejores condiciones de vida,  hacer lo que no hemos hecho durante años: rescatar y descubrir talentos.  Ese debe ser el principio rector de un Director de Cultura. Por eso la persona que ostente ese cargo debe acreditar experiencia y amplio conocimiento de este.

Además, son necesarios los antecedentes en cargos similares o afines que lo legitimen en su ejercicio. Definitivamente un puesto como el de Director de Cultura no se puede otorgar a dedo debido a la importancia que tiene.

De la Dirección de Cultura depende la preservación del patrimonio cultural del pueblo y el progreso cultural del mismo.  Por eso, y teniendo en cuenta lo que significa el cargo, la persona que lo ocupe también debe tener mucho conocimiento de su etnia, porque es justamente el Director de Cultura quien analiza, explora y explota la idiosincrasia de su pueblo. Más allá del ejercicio del cargo, sus acciones traen  bienestar, desarrollo, turismo y progreso social al municipio.

Alguien decía que nosotros somos privilegiados porque desde que nacemos bailamos. ¿Qué quiere decir esto? Que independiente de la educación, oficio o profesión que tengamos, tenemos un ‘chip’ que está cimentado en nuestro ADN llamado música.

Esto traduce que en esta tierra hay mucho para escoger en materia de talento y no hay que salir a buscarlos muy lejos.  Según los entendidos en la materia, de cada diez niños nacidos en el Pacífico,  siete tienen talento para el baile, cinco para la música y tres para el canto. Por lo visto solo hay que estimularlos mediante programas dirigidos a esa población y allí es donde se necesitan a los cazatalentos auspiciados por la Dirección de Cultura.

Reiteramos: a futuro se necesita un Secretario de Cultura que tenga polo a tierra y se haga la siguiente pregunta: ¿si nosotros nacemos bailando y la salsa entró por Buenaventura, por qué hay más de 120 escuelas de salsa en Cali? ¿Qué pasó aquí y qué debemos hacer para que Buenaventura pueda emular eso?  No seamos simples espectadores. En la próxima hablaremos del deporte y el turismo.