Por Aldemar Velasco
Una política pedagógica es fundamental para garantizar el derecho a la educación de todos los niños desde su nacimiento. Incluso desde que están en el vientre materno. Para cumplir con este mandato, Colombia debe diseñar una política que oriente estrategias, acciones, recursos y esfuerzos de diversos actores del sector público y privado hacia un propósito común: los seis primeros años de vida son cruciales para el desarrollo humano, físico, cognitivo y social.
Por tanto, una política educativa ofrece la posibilidad de crear mecanismos que faciliten el desarrollo integral de los niños. Las decisiones que se tomen y las actividades que se realicen en nombre de los niños durante sus primeros años influyen en la forma como se desarrollarán y en la manera en que progresan los países. En tal sentido, se requiere una política educativa que determine los escenarios, los recursos y las oportunidades que faciliten el desarrollo integral en el ámbito familiar, comunitario e institucional y mejoren la vida de los niños.
Los derechos de los niños se cumplen en la medida en que su desarrollo se realiza del mejor modo. Desarrollo humano y protección de los derechos humanos son dos perspectivas que deben converger para el adecuado diseño de las políticas públicas relativas a la primera infancia y, en particular, de la política educativa.
La Conferencia Mundial de Educación para Todos de 1990, de Jomtien (Tailandia) declara que el aprendizaje empieza con el nacimiento; es un llamado al cuidado de la niñez temprana y a la educación inicial. Como lo expresa John Heckman, Premio Nobel de Economía, “no podemos permitirnos posponer la inversión en los niños hasta que sean adultos ni tampoco esperar a que entren a la educación primaria, un momento que puede resultar muy tarde para intervenir”. Entonces, cimentando la educación en valores desde la casa y fortaleciéndola en la escuela es como contribuimos en la consolidación de estas políticas pedagógicas para la primera infancia.
La atención a la primera infancia es una de las condiciones para lograr los niveles de desarrollo humano requeridos para que los países puedan garantizar a sus ciudadanos posibilidades de realizarse como individuos y colectivos. En definitiva, es entendible que una pedagogía cimentada en valores contribuirá en la formación de los niños para que sean libres, autónomos, capaces de producir sus propios conocimientos y convertirse en constructores de un país más justo.