Querida Kamala, en primer lugar, quiero felicitarle por el paso histórico que acaba de dar. Convertirse en la primera mujer afroamericana, Vicepresidenta de los Estados Unidos. Logro que nos llena de esperanzas a muchas mujeres y pueblos en el mundo. Por supuesto, reconocemos que este gran resultado es parte de los esfuerzos históricos iniciados por los movimientos sociales antirracistas y de manera particular por mujeres como Sojourner Truth, Rosa Parks, Angela Davis, Assata Shakur y muchísimas otras que prepararon el camino hacia una sociedad más justa, anti racista y anti patriarcal. Deseo muchos éxitos para usted y para el presidente Joe Biden en su gobierno, en aras que puedan materializar una política para el cuidado de la vida en el planeta, que garantice la dignidad humana y la paz mundial.
Soy Francia Elena Márquez Mina, una mujer afrocolombiana, crecí en el departamento del Cauca, en un territorio ancestral ubicado en la región del Pacífico colombiano, tristemente golpeada por el conflicto armado, el racismo estructural y las políticas de muerte impuestas por una dirigencia política que ha gobernado, dando la espalda a las comunidades más vulnerables del país. Cabe decir, que la élite que ha manejado este Estado ha obtenido sus ganancias producto de la muerte, la corrupción, la miseria y el miedo que ha sembrado en la sociedad colombiana, manteniéndonos en el deshonroso lugar como el país más desigual de la región.
Inspirada en la lucha que realizaron mis ancestros y ancestras por parir la libertad, recuperar la “dignidad expropiada” y cuidar su territorio como espacio de vida, me convertí en una activista ambiental y defensora de Derechos Humanos, al lado del Proceso de Comunidades Negras de Colombia (PCN) y de mayores y mayoras de las comunidades que me han enseñado que “la dignidad no tiene precio” y que “resistir no es aguantar”.
En la actualidad, soy presidenta del Consejo Nacional de Paz Reconciliación y Convivencia, una instancia de diálogo y participación que sirve como ente asesor y consultor del Gobierno Nacional en esos temas, además de velar por las garantías a los Derechos Humanos. Durante este periodo le hemos hecho un sinnúmero de recomendaciones al Presidente de la República, Iván Duque Márquez, para que proteja la vida de los líderes, lideresas sociales, ambientales y a los excombatientes de las FARC que vienen siendo asesinados sistemáticamente en Colombia; de igual manera, para que brinde garantías de protección colectiva para las comunidades en sus territorios y se busquen salidas negociadas al conflicto armado con el ELN, y se avance en el desmonte del paramilitarismo y todos los grupos armados que siguen colocando en riesgo la vida de los pueblos.
Convencida de la necesidad de hacer los esfuerzos necesarios para garantizar la vida, los derechos humanos, la paz y la protección del medio ambiente en mi país, hoy me atrevo a escribirle esta carta, con la esperanza que pueda ser leída por usted, a fin de establecer un diálogo que nos permita articular las acciones necesarias para cuidar la vida desde el amor maternal y el instinto del cuidado.
Durante décadas los Estados Unidos ha invertido en la política antidrogas de Colombia, programas como el Plan Colombia dejó como su resultado más visible el incremento a las violaciones de los Derechos Humanos, la política prohibicionista ha sido fallida, pues solo ha servido para agudizar la crisis humanitaria y el conflicto armado en el país, fundamentalmente, en los territorios de afrocolombianos, indígenas y campesinos empobrecidos. Tenemos la esperanza que en su gobierno los recursos económicos que los Estados Unidos destina a la política antidrogas en Colombia, se puedan enfocar de manera más eficaz para apoyar iniciativas productivas de buen vivir, en la sustitución voluntaria de cultivos de uso ilícito, y a apoyar a las comunidades que desde su autonomía han decidido que en sus territorios no se siembra coca, a pesar de las presiones de los grupos armados.
Los Pueblos Afrocolombianos, Indígenas y Campesinos estamos cansados de estar en medio de los enfrentamientos, de los bombardeos, y de ver como nuestros ríos y campos se han vuelto cementerios y fosas comunes. No queremos vivir confinados o desterrados de los territorios que nos han visto nacer; incluso en medio de la pandemia que hoy afecta a la humanidad, el “quédate en casa” no ha sido una opción para cientos de familias que han tenido que salir huyendo del conflicto armado en sus comunidades.
Como lideresa social me duele ver asesinar todos los días a líderes y lideresas que como yo alzaron la voz en contra de este estado de cosas. Ha sido doloroso en el marco de la importante labor que viene adelantando la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, escuchar a mujeres negras dar sus testimonios sobre cómo actores armados no solo las violaron sexualmente, sino que, además las marcaron como en el tiempo de la esclavitud; escuchar a madres cantar alabaos y escribir poesías para poder aliviar el dolor de lo que ha significado que el conflicto armado les haya arrebato a todos sus hijos, o en nuestro caso, saber que conglomerados económicos han querido desterrarnos y/o han estado vinculados con actores armados ilegales.
Estoy segura de que la mayoría de las personas que votaron por usted y por el presidente Biden, lo hicieron con la esperanza de poder quitar la rodilla del cuello de los afroamericanos en su país. La violencia de la fuerza pública que es común en nuestros países debe ser erradicada con acciones determinantes que pudiéramos implementar en consideración a nuestros liderazgos. Como afrocolombianos, indígenas y campesinos empobrecidos padecemos la misma situación, quienes nos han impuesto el conflicto armado, la política de muerte, las violencias de género mayoritariamente padecidas por las mujeres y jóvenes negros, así mismo el racismo estructural mantiene sus rodillas en nuestros cuellos. No nos dejan respirar. Nos asesinan todos los días.
Estamos ante un gobierno indolente que prometió no solo hacer trizas el sueño de permitirnos vivir en paz a quienes hemos padecido las consecuencias de la guerra, sino que, además no escucha los gritos desesperados de niños como el hijo de la lideresa social María del Pilar Hurtado, asesinada frente a él el pasado 21 de junio de 2019. Consideramos que 8 millones de víctimas son suficientes para pasar la página de la violencia y lograr la paz completa con justica social, estable y duradera. Nuestros hijos y nietos se merecen una Colombia en paz.
“Restaurar el liderazgo moral de los Estados Unidos en todo el mundo” como usted lo plantea, implica un compromiso de su gobierno en seguir contribuyendo en la garantía de la paz, la protección de los líderes y lideresas sociales, la erradicación del racismo, el patriarcado y el cuidado del medio ambiente en Colombia y en el mundo. Sabemos del apoyo expresado bajo la vicepresidencia del hoy presidente Joe Biden al proceso de paz durante los Diálogos en la Habana (Cuba), el cual se concretó a través del Plan Paz Colombia y la definición del Capítulo Étnico. Sin embargo, ante la omisión estatal en su implementación, requerimos que este sea una prioridad para usted, a fin de poder materializar los derechos colectivos de los pueblos afrocolombianos e indígenas, que hemos sufrido históricamente los efectos del conflicto armado.
Solicito fraternalmente establecer una comunicación y diálogo permanente con usted en representación de su gobierno y las organizaciones sociales de Colombia, en aras de coadyuvar en la consolidación de la paz en nuestro país.
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Francia Márquez es abogada, premio Nacional como Defensora de Derechos Humanos 2015, premio Goldman del Medio Ambiente 2018 y presidenta del comité del Consejo Nacional de Paz Reconciliación, Convivencia y No Estigmatización.