Un libro revela que gran parte de los esclavos africanos que fueron traídos a América, ya habían sido esclavos en África.
Por José E. Mosquera – Twitter: @j15mosquera
El libro ‘Ser esclavo en África y América entre los siglos XV y XIX’, de Catherine Coquery-Vidrovitc y Eric Mesnard, publicado por la editorial Catarata y Casa África, revela un nuevo enfoque sobre la historia de la esclavitud en ambos continentes. Una versión que hace ruptura con una serie de interpretaciones eurocéntricas hasta ahora dominantes sobre esta clase de temas.
Catherine Coquery-Vidrovitc es especialista en historia de África, profesora emérita de la Universidad Paris VII (Diderot). Sus libros e investigaciones abordan asuntos sobre los problemas políticos de la colonización, el imperialismo y el capitalismo en África. Por su parte Éric Mesnard, profesor de historia de la Universidad de París-Est Créteil, es miembro destacado del Centro Internacional de Investigación sobre la esclavitud en el mundo. Sus investigaciones se han concentrado en la didáctica de la historia, la colonización y en la esclavitud en África y América.
Son, pues, dos reconocidas autoridades académicas en estudios africanos y en este nuevo libro plantean un enfoque revisionista de la historia de la esclavitud de los africanos traídos a América y exportados a Europa y Asia como esclavos.
Además, revelan otras facetas sobre la historia de la esclavitud del africano y examinan el papel que jugaron los propios africanos como esclavistas y esclavos en el oprobioso negocio de la trata, tanto hacia el exterior del continente como hacia el interior del mismo.
Ponen en contexto realidades históricas poco difundidas en nuestro medio sobre los sistemas de esclavitud en las sociedades africanas y a cerca de la trata hacía los mercados del Mediterráneo, el Atlántico y el Índico. Su trabajo condensa una investigación rigurosa y con ella han puesto en contexto un tercer protagonista en la historia de la esclavitud del africano, un trabajo que rompe con el mito que en la trata desde África la habían hecho exclusivamente los europeos y que los africanos habían sido unas víctimas del poderío del blanco europeo.
Sostienen que cuando se disminuyeron los mercados de esclavos hacia el Atlántico por los efectos de la prohibición de su comercio, la esclavitud interna se intensificó en África. Por lo tanto sostienen que fueron los propios africanos, quienes siguieron imponiendo el tráfico de esclavos, tanto interno como externo en alianzas con contrabandistas europeos.
Afirman que en el momento de la conquista colonial más de la mitad de los africanos eran esclavos y citan que en el país de los igbo, territorio actualmente del sureste de Nigeria, las clases dominantes tenían miles de esclavos trabajando en la producción de aceite de palma. Muestran otros casos como el del rey Pepel que le exigía a sus vasallos tributos en esclavos que revendía a los barcos negreros.
Demuestran cómo desde siglos atrás estaba institucionalizada y jerarquizada la esclavitud en las sociedades africanas y que hubo una trata negrera que se desarrolló hacia el interior de la propia África y la que se generó hacia a América fue parte de un eslabón de un negocio que llevaba siglos desarrollándose hacia Europa y Asia a través del mar Mediterráneo y el océano Índico.
Señalan que la esclavitud en el continente africano fue mucho más importante de lo que a menudo se ha afirmado. Por consiguiente, el papel de los africanos en la trata negrera fue más importante lo que se había pensado hasta ahora debido a que la esclavitud estaba muy extendida en África antes del encuentro de los dos mundos en América. Indican que Ser esclavo en África no era en lo fundamental distinto de ser esclavos en otros sitios del mundo y aseguran que gran parte de los esclavos que fueron traídos a América y sus antepasados ya habían sido esclavos en África.
Analizan que en las sociedades aristocráticas musulmanas de regiones como el Sahel, la esclavitud fue una práctica muy arraigada desde el mundo antiguo, un hombre libre no se podía casar con una esclava y la aristocracia utilizaba a las mujeres esclavas como concubinas.
Plantean que los imperios sudaneses de los soninkés, los malinkés, los bambaras y los songhais fueron esclavistas y que enviaron desde el siglo X a millones de esclavos africanos a los mercados europeos y asiáticos por el mar mediterráneo y el océano Indico. Hablan de las descripciones de la peregrinación del soberano del imperio Malí, Mansa Musa a la Meca entre los años 1324 a 1325, donde en su caravana llevo miles de esclavos.
En países africanos como el Congo, etnias como beembes, los esclavos pertenecían a un grupo doméstico que vivía bajo la autoridad de sus amos y su propiedad era hereditaria. En otros como Gabón, etnias como los Orungus fueron grandes traficantes de esclavos y más de la mitad de su población era esclava.
Examina con sapiencia el papel de los reyes negreros africanos y los grandes mercaderes africanos en el negocio de la trata interna en África y con sus negocios generaron grandes movimientos migratorios que acentuaron los desequilibrios entre los pueblos saqueadores y los pueblos saqueados hasta el punto que los reyes de la Costa de Oro, compraban esclavos a los portugueses para cambiarlos por oro en el interior del continenete. En Conclusión este libro pone en contexto la otra cara del oprobioso negocio de las ventas de seres humanos en el mundo.