Durante 4 días el país se paralizó con la visita del Papa Francisco a Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena. “Es un Papa distinto”, concluyeron quienes presenciaron con fervor sus discursos. Aquí un resumen de lo que nos enseñó el máximo jerarca de la Iglesia Católica.
Es un Papa distinto
SOBRE EL PAÍS
“Colombia es una nación bendecida de muchísimas maneras; la naturaleza pródiga no solo permite la admiración por su belleza, sino que también invita a un cuidadoso respeto por su biodiversidad”.
“Colombia es rica por la calidad humana de sus gentes, hombres y mujeres de espíritu acogedor y bondadoso; personas con tesón y valentía para sobreponerse a los obstáculos”.
SOBRE LA PAZ
“La búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos”.
“Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses solo particulares y a corto plazo.”
“No es la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, la que es aprobada por todos, quien rige la convivencia pacífica”.
EL MENSAJE A LA FAMILIA
“La familia, soñada por Dios como el fruto del amor de los esposos, lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros”.
LOS POBRES
“Mírenlos a los ojos y déjense interrogar en todo momento por sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes”.
AL OÍDO DE LOS JÓVENES
“¡No le teman al futuro! ¡Atrévanse a soñar a lo grande!”
“Mantengan viva la alegría… No se la dejen robar”.
“Ayúdennos a nosotros, los mayores, a no acostumbrarnos al dolor y al abandono”.
“Cuánto los necesita Colombia para ponerse en los zapatos de aquellos que muchas generaciones anteriores no han podido o no han sabido hacerlo, o no atinaron con el modo adecuado para lograr comprender”.
“También vuestra juventud los hace capaces de algo muy difícil en la vida: perdonar”.
SOBRE LA CORRUPCIÓN
“Hay densas tinieblas que amenazan la vida: las tinieblas de la injusticia y de la inequidad social; las tinieblas corruptoras de los intereses personales o grupales, que consumen de manera egoísta y desaforada lo que está destinado para el bienestar de todos”.
RECONCILIACIÓN Y VERDAD
“Reconciliarse es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto”.
“La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón”.
“Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos”.
“Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos”.
LAS VÍCTIMAS
“Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz”.
“Ustedes llevan las huellas de la historia viva y reciente de su pueblo, marcada por eventos trágicos, pero también llena de gestos heroicos, de gran humanidad”.
LLAMADO DE ATENCIÓN A LA IGLESIA
“La Iglesia es ‘zarandeada’ por el Espíritu para que deje sus comodidades y apegos”.
“El diablo entra por el bolsillo. No se puede servir a Dios y al dinero”.
LOS MÁS VULNERABLES
“Pienso en la prostitución que cada día cosechan víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y abusos contra los menores”.
LA DESPEDIDA
“Y quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso; este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz”.
La visita a San Pedro Claver
El Papa Francisco cerró, en Cartagena, su visita a Colombia. La inició en Bogotá ante la Virgen de Chiquinquirá, patrona del país. Siguió en Villavicencio, emocionado ante el Cristo mutilado de Boyacá y la finalizó a los pies de uno de sus santos preferidos: el jesuita Pedro Claver, en su iglesia en la ciudad amurallada.
Allí el Papa habló en defensa de los pobres y de los necesitados y contó la historia de Pedro Claver, que pasó a la historia por su entrega y defensa incondicional de los esclavos.
“Esclavo de los negros para siempre”, fue el lema elegido por Pedro Claver en el momento de la profesión solemne de sus votos perpetuos, en 1622.
Nacido en España, pidió ir a misiones y se encarnó, desde su llegada, en la atención a los miles de negros esclavos que llegaban a Cartagena de Indias en barcos desde África.
Incomprendido en sus días, incluso por los suyos, el santo entregó por entero su vida al servicio de los esclavos hasta que el Parkinson no se lo permitió más. Tras cuatro años postrado en una cama, San Pedro Claver murió el 9 de septiembre de 1654, a los 74 años. Pero su memoria está grabada a fuego en los corazones de los pobres, especialmente de los afroamericanos, que lo quieren y lo veneran como ‘su santo protector’.
Y es que, cuando los esclavos negros eran tratados como animales o como simples bestias de carga, Pedro Claver ejerció su labor profética, denunció a los esclavistas y reivindicó la sacrosanta dignidad de los afroamericanos. Tal y como recordaba el Papa: “Entendió, como discípulo de Jesús, que no podía permanecer indiferente al sufrimiento de los más indefensos y maltratados de su época, y que tenía que hacer algo para aliviar su sufrimiento”.
Con su visita a Cartagena y colocando a Pedro Claver como ‘modelo’ a seguir e imitar también hoy por los católicos, Francisco quiso demostrar que no es un meteorito caído del cielo, que su pontificado se inscribe en la continuidad de santos y papas defensores de los oprimidos, que la ‘opción preferencial’ por los pobres es consustancial a la fe de los seguidores del Nazareno.
A los pies de la tumba de Claver el Papa rezó e invitó a todos los ciudadanos a “ir a lo esencial, renovarse manchándose las manos e involucrarse, dejándose zarandear por el Espíritu”.
Y agregó: “Los pobres, los descartados, los emigrantes, los que sufren violencia y trata…Todos ellos tienen su dignidad y son imagen viva de Dios”. A su lado, la gente aclamaba al Claver del siglo XXI: “Te queremos, Papa, te queremos”.
José Manuel Vidal / El Mundo