En su visita a Colombia, el Papa Francisco dijo que “el diablo entra por el bolsillo”, refiriéndose a la ambición y a la corrupción. Qué razón tiene. Definitivamente a todas las instituciones públicas y privadas de este país deben aplicarles reingeniería en la consecución de personal y mejorar los filtros y controles técnicos hasta hoy utilizados, porque no están dando los resultados esperados.
Está comprobado que todos los controles que se crearon como auditorias, contralorías, Fiscalía, procuradurías y las rimbombantes unidades investigativas no han servido para frenar la corrupción. El mismísimo Fiscal Anticorrupción está hoy en la cárcel y eso traduce mucho de lo que está pasando en Colombia.
Este contexto debe llevar al país a una profunda reflexión sobre los mecanismos que se deben implementar para cuidar los recursos públicos y evitar que lleguen a los puestos de poder personas de dudosa actuación.
La pregunta es: ¿cómo detectar un corrupto y qué mecanismo utilizar para descubrirlo antes de que cometa el ilícito?
Quizá en ello podrían ayudar especialistas del comportamiento humano: psicólogos, psiquiatras, tal vez sociólogos. A lo mejor lo que el país requiere es un gran estudio de estos expertos que determine qué lleva a una persona que tiene un buen salario – como los políticos – a ser corruptos. ¿Para qué robar si tengo lo suficiente? ¿Cuál es el perfil psicológico de un ladrón de ‘cuello blanco’?
Porque de seguir las cosas como están, los funcionarios públicos deberán tener un chip que registre cada una de sus actuaciones para evitar – los que sean corruptos – que se apropien del dinero de los impuestos de los ciudadanos.
Además, seguramente si nos inventamos algún mecanismo para evitar la actuación de los corruptos se acabarán las famosas y costosas contralorías, procuradurías, auditorías, y el país empezará a salir del cáncer de la corrupción y lo que es mejor, alcanzará la plata para todos.
Con el dinero que se financian esas entidades que han demostrado su ineficacia, se harían las obras que requiere cada pueblo y el Estado será eficiente y justo. Allí podremos expresar con voz trémula y enardecido corazón, que tenemos una patria verdadera, no la que nos han impuesto los gringos.
Por Jesús Agualimpia