En los Olímpicos de Berlín 1936 ganó cuatro medallas de oro, lo que molestó al dictador alemán. Después de su hazaña Owens fue considerado como el mejor atleta de la historia, y pese a ello debió enfrentar el racismo en su propio país: Estados Unidos. Memoria de otro héroe en la lucha reivindicatoria de los derechos de los negros.
Ganó cuatro medallas de oro
El día que Jesse Owens rompió cinco récords mundiales en 45 minutos, tenía la espalda destrozada. Era tanto el dolor, que sentía que sus compañeros tuvieron que ayudarlo a vestir. Sin embargo, cuando salió a correr, hizo lo imposible y rompió todas las expectativas que se pudieran esperar. Él era el campeón.
Cada año en Estados Unidos, desde 1896, se celebra la Big 10 Conference, una de las competencias en la que las universidades llevan a sus mejores atletas para ganar su pase a los Juegos Olímpicos.
Uno de los días más memorables de está jornada deportiva fue el 25 de mayo de 1935, el día de los días. Jesse Owens, un deportista desconocido, con tan solo diez minutos de diferencia entre competencia, batió cinco records mundiales en atletismo. Su marca de longitud (8,13 metros) nadie más la rompió durante un cuarto de siglo; incluso, en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 (80 años después), hubiera ganado la medalla de bronce con esa marca.
Jesse venía de una familia humilde. Su padre era granjero, su abuelo había sido esclavo. Cuando tenía nueve años se mudaron a Cleveland, Ohio, durante la gran migración negra, en búsqueda de un mejor futuro, junto con un millón y medio de afroamericanos. Jesse desde pequeño trabajó en diferentes oficios para ayudar a su familia y pagarse la escuela. Estudió en Fairmont High School, lugar en que comenzó su interés por la velocidad y conoció a Charles Riley, el responsable de su éxito en el atletismo. En 1935 se ganó su derecho a participar en los Juegos con una actuación que pasaría a la historia. Él era Jessie Owens el hombre que desafió tanto al racismo en Estados Unidos, como a Hitler mismo.
JESSE VS HITLER
Owens llegó a Berlín para competir por los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de 1936. En ese momento Hitler era el líder de una Alemania Nazi y junto con otros funcionarios de gobierno hacían una propaganda con conceptos como el de “superioridad racial aria” tratando a los judíos y negros como seres inferiores. Hitler esperaba que los atletas alemanes ganaran todas las competencias y fueran los héroes de los Juegos pues así demostraría la superioridad de su raza. Pero no pasó así.
Jesse Owens era un hombre negro con fama por romper 5 récords mundiales y, por lo tanto, antes de las competencias fue alentado por algunos grupos de derechos civiles a boicotear los juegos. Sin embargo Jesse prefería no tener una postura política y demostrar lo que tenía que demostrar corriendo. Encontró una fría recepción en Alemania. Fue llamado con epítetos raciales y sometido a malos tratos.
Sin embargo Owens compitió sin complejos, ajeno a lo que se decía en el plano político, a pesar de que sus actuaciones eran motivo de debate. Cada día de competición que pasaba era como un puñal que se clavaba en la moral del dictador germano, que decidió no felicitar a ningún ganador que no fuera alemán. El 3 de agosto se impuso en los 100 metros lisos batiendo el récord del mundo. Un día después hacía lo mismo en salto de longitud. El 5 de agosto barría en los 200 metros lisos. Y remató la faena con el 4×100 el 9 de agosto.
El primer día, Hitler estrechó la mano con los vencedores alemanes y luego abandonó el estadio. Los oficiales del comité olímpico insistieron en que Hitler saludaría a todos los medallistas o ninguno. Hitler optó por hacer lo que quiso. Lejos del ojo público, Hitler expresó sus verdaderos sentimientos y asco a Owens. Albert Speer, arquitecto de Hitler y más tarde ministro de armamentos de guerra, recordó: “Cada una de las victorias alemanas hicieron feliz a Hitler, y hubo un número sorprendente de éstas, pero estaba muy molesto por la serie de triunfos del maravilloso corredor estadounidense Jesse Owens”.
ABRAZO HISTÓRICO
Antes de la llegada de Owens a los Juegos, ya Hitler sabía de él y por eso pidió que el mejor atleta germano fuera a la competencia para medirse con el corredor estadounidense. El elegido fue Carl Ludwig ‘Lu’ Long, ganador de los tres últimos campeonatos de Alemania de salto de longitud. Pero lo que nadie esperaba es que, en la clasificación para la disciplina de salto de longitud, Long aconsejará a Owens para que saltara desde un poco más atrás de la línea. El consejo fue para que no le marcaran falta. Este consejo lo llevo a ganar la medalla de oro y, al hacerlo, Owens corrió a abrazar a Long. Fue algo histórico, la estrella alemana, el hombre alto, blanco y rubio, y el gran ganador, el hombre negro al que el Führer no quiso saludar, se estaban abrazando enfrente de Hitler.
A su regreso a Estados Unidos, Owens era una figura reconocida en todo el mundo, un héroe. Y sin embargo también fue víctima del racismo: el día de su homenaje por su hazaña debió entrar al hotel por la puerta de servicio.
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