Por Leonard Rentería
Buenaventura ha dado a luz muchos hijos, casi 600 mil ya, hijos e hijas que han trabajado desde siempre para que esta tierra sea lo que es, hijos e hijas de todas las etnias, pero también ha tenido hijos adoptivos, aquellos que un día llegaron y abrazaron tan fuerte a su madre que pasaron a ser sus propios hijos.
Pero lo que menos pensó la madre Buenaventura, esa por donde se mueve el 60% de la carga de exportación y de importación y que termina dejándole de contraprestación el 80% a la nación y el 20% a la ciudad puerto, es que para 2018 alguien quisiera pasarle papeles para que le aceptará como su hijo adoptivo.
Seguramente conscientes de lo que significa jugar con los pobres, el presidente Duque y sus expertos en publicidad y estrategias políticas decidieron hacer campaña en el centro de la pobreza, allá donde esa pobreza se revuelve con la miseria y la falta de oportunidades que llevan a los jóvenes a ser parte de la violencia como víctimas y victimarios, y terminaron por escoger mi barrio, San Francisco de Asís, para hacer campaña.
Se metieron con toda a un barrio pobre y abandonado, el mismo que por estos días de violencia que ha vivido Buenaventura ha sido condenado a que sus habitantes tengan que dormir debajo de sus camas para esquivar las balas. Allá mismo en el 2018, en una gran carpa, el candidato en ese entonces y actual presidente terminó pidiendo a todo el barrio y a los bonaverenses que lo adoptarán, que él quería ser hijo adoptivo de Buenaventura.
Pero este hijo salió bastante ingrato, pues cuando su madre, el Distrito, lo llama a gritos, no es capaz de contestarle. Ese mismo hijo le prometió a su madre, a la madre Buenaventura, que gobernaría durante los 3 primeros días de su gobierno desde este lugar, pero como casi muchas de las cosas que ha dicho, quedaron en palabras y no ha sido capaz de dar la cara a tanta gente pobre que creyó que este joven de múltiples talentos y habili-dades para estar en distintos sectores del arte, la cultura y el deporte, sería un presidente del pueblo por haber sido el único que llegó a un barrio pobre y olvidado.
Pero como todo lo que brilla no es oro, este joven, el presidente más joven, no ha sido capaz ni de cumplir la propuesta más sencilla que era gobernar tres días desde este territorio, una propuesta que no requería de un solo peso de inversión.
Finalmente Buenaventura, esa que adoptó al hoy presidente, sigue en el olvido, sigue viviendo una realidad cargada de llanto, de dolor, de miedo y de zozobra mientras esperan que algún hijo adoptivo o propio sea capaz de sacarla de esta crisis a la que la han con-denado aún cuando da tanto a su propio país. Lo que da alegría es saber que acá los que decidieron adoptarlo fueron pocos, pues la mayoría de personas no cayeron en el cuento, lo único malo es que los presidentes los escogemos con la inmensa mayoría de votos sino otra sería la historia, otro sería el presidente.
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