Clamor por las reglas sociales

 Por Armando Arboleda

Debe ser fácil cumplir las normas en sociedades civilizadas. Lo contrario puede ser la entropía que subyace en los sistemas. No obstante, uno puede preguntarse cómo convivir entre seres humanos sin los mínimos de respeto por pautas de comportamiento.

En todo esto, emergen dudas comprensivas. Se interroga a la familia, a la sociedad, al Estado y a la escuela. Esta última es blanco de los ataques en torno a la exigencia de recomposición del tejido social. Las dos primeras, salvo contadas excepciones, juegan un papel cómplice en la educación del ciudadano. Es así como de manera constante este se ve bombardeado por enseñanzas que no ayudan en la consolidación de una persona acorde con las expectativas sociales.

De esta forma, lo que parece simple falla de patrones de crianza, para el caso de la familia, se torna en detonante de actitudes nocivas en el escenario de la comunidad. Así mismo, lo que se presenta como una falencia al interior de la sociedad, viene a ser un marco de comportamiento bochornoso generalizado por personas que se otorgan licencia para hacer lo que les parezca en detrimento del conjunto de la comunidad.

Es indudable entonces que el respeto, la adquisición de las normas y pautas de buen comportamiento, es un trabajo que se debe iniciar y terminar en la familia. Este lugar sagrado no puede convertirse en el espacio del relativismo normativo donde nada importa y donde el individuo obtiene  franquicias para ir repartiendo su mala educación por el mundo. El clamor de García Márquez, por una educación desde la cuna hasta la tumba, implica otorgar a la familia las herramientas para conducir de buena manera a sus integrantes.

Se preguntará el lector por el papel de la escuela. Pues bien, en reiteradas ocasiones he escrito que a esta le atañe un papel determinante en la formación del individuo. Pero pretender que ella recomponga los desaciertos de la familia,  es como pedirle al árbitro que enseñe las reglas a profesionales en pleno partido.

El matrimonio familia-escuela solo tiene sentido cuando las partes tienen definido de manera clara su rol.

En suma,  si lo anterior no se logra, se persiste en traer y dar al mundo personas para que la sociedad de cualquier manera los forme. Los resultados de manera inequívoca son los que estamos viendo. Una humanidad desquebrajada al vaivén de sujetos que pisotean los cimientos de sociedades que se presumen civilizadas.

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