La cultura será nuestra salvación

 Por Jesús Agualimpia 

Se ha dicho hasta la saciedad que los pueblos negros en Colombia no tienen otra salida en su lucha reivindicatoria sino a través del recurso propio. Es decir: destacarnos en lo que mejor hacemos,  llámase cultura o  deporte. A pesar de que Buenaventura es  el primer puerto de Colombia,  nuestra gente no tiene vocación portuaria, bien sea porque no hay escuelas de formación para esta especialidad o porque los empresarios no invierten en programas publicitarios para promover y capacitar a la gente en esta actividad, lo que incide en las cifras de desempleo.

De ahí que necesitamos, para tener mejores condiciones de vida,  hacer lo que no hemos hecho durante años: rescatar y descubrir talentos.  Ese debe ser el principio rector de un Director de Cultura. Por eso la persona que ostente ese cargo debe acreditar experiencia y amplio conocimiento de este.

Además, son necesarios los antecedentes en cargos similares o afines que lo legitimen en su ejercicio. Definitivamente un puesto como el de Director de Cultura no se puede otorgar a dedo debido a la importancia que tiene.

De la Dirección de Cultura depende la preservación del patrimonio cultural del pueblo y el progreso cultural del mismo.  Por eso, y teniendo en cuenta lo que significa el cargo, la persona que lo ocupe también debe tener mucho conocimiento de su etnia, porque es justamente el Director de Cultura quien analiza, explora y explota la idiosincrasia de su pueblo. Más allá del ejercicio del cargo, sus acciones traen  bienestar, desarrollo, turismo y progreso social al municipio.

Alguien decía que nosotros somos privilegiados porque desde que nacemos bailamos. ¿Qué quiere decir esto? Que independiente de la educación, oficio o profesión que tengamos, tenemos un ‘chip’ que está cimentado en nuestro ADN llamado música.

Esto traduce que en esta tierra hay mucho para escoger en materia de talento y no hay que salir a buscarlos muy lejos.  Según los entendidos en la materia, de cada diez niños nacidos en el Pacífico,  siete tienen talento para el baile, cinco para la música y tres para el canto. Por lo visto solo hay que estimularlos mediante programas dirigidos a esa población y allí es donde se necesitan a los cazatalentos auspiciados por la Dirección de Cultura.

Reiteramos: a futuro se necesita un Secretario de Cultura que tenga polo a tierra y se haga la siguiente pregunta: ¿si nosotros nacemos bailando y la salsa entró por Buenaventura, por qué hay más de 120 escuelas de salsa en Cali? ¿Qué pasó aquí y qué debemos hacer para que Buenaventura pueda emular eso?  No seamos simples espectadores. En la próxima hablaremos del deporte y el turismo.

El verbo vs el ego

 Por Eduardo R. Stanford

Toda palabra o frase que pronunciamos es manifestación del ‘verbo’, y esto es dadiva de Dios.  Por ello el verbo tiene poder para crear o para destruir. El verbo solo se debe utilizar para buenos propósitos y con sanas intenciones.

Hay quienes usan el verbo o la palabra con bajeza y luego se dan ínfula de ello. Por ejemplo, muchos dicen en medio de una riña: “le dije hasta de qué se iba a morir”; o, “¡usted no sabe quién soy yo!”

Una de las frases más típicas de una persona sin formación es  “so asqueroso”. Hay quienes se sienten bien porque insultan a otro ser humano, y lo propagan a los cuatro vientos. Todo lo anterior se debe a la pobreza interior o a la falta de conciencia. La conciencia es un átomo divino, es Dios en nosotros, la conciencia en nosotros es amor, compresión, tolerancia.

El gran escritor y místico Thomas de Kempis, en su libro, ‘Imitando a cristo’,  dice: “¡las palabras no tienen más valor que el que les da el insultador!”

En la práctica uno ve gente que lleva el verbo a tal degradación que solo se dedican a la crítica destructiva, y les encanta tanto criticar que parecen un disco rayado, siempre criticando lo mismo.

Hay otra degradación del verbo y es el chisme y fascina tanto que forma bochinche. El chisme acapara fácilmente la atención del ocioso.

Qué bueno entonces hablar de los demás de la misma forma como quisiéramos que los demás hablaran de nosotros. Es obvio que debemos observarnos para comprender nuestras reacciones, emociones y pasiones que vienen del ego, y que nada tienen que ver con las conciencias o con nuestra esencia divina.

Hay libros como ‘La gran rebelión’ y ‘Tratado de psicología revolucionaria’, de Samael Aun Weor,  que tratan de una rebelión  contra nuestro querido ego, y una revolución contra nuestras humanas debilidades como el odio, la envidia, la codicia, la pereza, la ira, la lujuria y la gula.

He ahí los siete pecados capitales enemigos de nuestra esencia divina, que es amor, felicidad y paz interior.

Nuestro deseo es que tengamos  colmadas de felicidad la Navidad, y el próximo año lleno de prosperidad.

Entre cucas, panochas y bizcochos

Por Jesús Agualimpia 

En los tiempos en que yo nací mi pueblo era un lugar tranquilo. Uno solo esperaba los viernes para ir a la plaza de mercado a comer cucas,  panochas y bizcochos.  Era un pueblo  sano y aunque las reglas del hogar eran estrictas, los mayores le enseñaban a uno el respeto por sus superiores.

Istmina, Chocó,  era tan sano que no había paras, ni guerrilla, ni Bacrim, ni siquiera delincuencia común.  Uno se enamoraba en el atrio de la iglesia una vez terminaba la misa de los sábados en la tarde. Las muchachas casi nunca le daban el sí a uno el mismo día. Se tomaban su tiempo y cuando lo aceptaban,  el primer beso era con las manos por detrás, sobre la espalda, para evitar que uno tocara más de la cuenta.

Mi padre, Angelino Agualimpia, se levantaba a las 4:30 de la mañana,  prendía un radio de marca Philips para escuchar las noticias, y casi siempre sintonizaba las mismas emisoras: radio Santafé de Bogotá, radio Sutatenza,  radio El Sol de Cali y radio Habana Cuba.

Después pasaba al cuarto de los hombres y con voz firme decía: “Hay que levantarse para ir a la finca a cortar plátano, bananos y coger chontaduro. Recuerden que deben estar listos a  las 7:00 a.m. para  ir al colegio”.

Sus órdenes generalmente no las incumplía nadie y el que por algún motivo lo hacía, irremediablemente se encontraba con el ‘Santo juez’, nombre con el que llamaban al látigo de cuero de 2 patas que permanecía colgado en la pared de la sala, un  personaje siniestro de ingrata recordación para mis nalgas y mis piernas.

Sin embargo, y a pesar de la disciplina militar de mi padre que me sirvió mucho, yo para evitar los encuentros con el látigo me volví un apasionado de la lectura.  Empezando por el catecismo del padre Astete, siguiendo con las historias sagradas de la Iglesia  hasta la Biblia del protestantismo. Llegué  a leer a Martin Lutero, a San Agustín, a San Buenaventura y otros pensadores de la Iglesia.  Hasta llegué  a pensar que yo podría ser sacerdote o pastor,  pero un día descubrí que me gustaban más las limosnas de la iglesia que el sacerdocio.

No obstante seguí leyendo. Me dediqué a la lectura de novelas de aventura como las de Marcial de Lafuente Estefanía,  los tomos de ‘El enmascarado de plata’, las hazañas del oeste y todo ese repertorio mexicano y americano que nos llegaba.

En ese entonces descubrí que leer me daba monedas para los recreos del colegio. Por la falta de luz eléctrica  no había televisión  y  yo, como me dedicaba a leer libros de aventuras,  luego reunía a los amigos, sobre todo a los riquitos, y les contaba esas películas escritas en forma dramatizada.

Todos me pagaban entre 10 y 40 centavos por cada episodio y me volví tan bueno en eso que los muchachos me buscaban todas las tardes para que les contara historias. Con esa plata compraba cucas, panochas y bizcochos en los recreos de la escuela.

La cultura de nuestro pueblo: ¿utopía o realidad?

En los últimos tiempos la cultura de Buenaventura se ha venido abajo debido a varias razones. Entre ellas la equivocación que tienen muchos al creer que cuando hablamos de cultura, nos estamos refiriendo al baile del currulao o chirimía, o simplemente a un festival folclórico. A pesar de que estas expresiones artísticas forman parte de los ejes de identidad, no son como muchos creen el ‘alfa y omega’ de nuestra cultura.

No olvidemos que hablar de cultura es hablar de todas nuestras prácticas sociales: la partería, la muerte y todas sus connotaciones (los velorios, el gualí o chigualos), etc.

En la cultura también se incluye la forma de vestir, el lenguaje, los peinados, en fin: la manera en que vivimos.

Ahora bien, necesitamos que nuestra cultura vuelva a tener el renombre de otrora. Como en los tiempos de Teófilo Roberto Potes, Peregoyo y su Combo, Mercedes Montaño, Petronio Álvarez y tantos otros maestros.

Se necesita voluntad política para aplicarle ‘reingeniería’ a la Casa de la Cultura. Para empezar hay que convocar a todos los que saben de las expresiones artísticas del Pacífico para que hagan su aporte de ideas, y así construir el manual o carta de navegación de la cultura bonaverense.

Después de crear lo que podríamos llamar la ‘Biblia de nuestra cultura’, el segundo paso es crear conciencia cultural a partir de la recolección de semilleros en los distintos barrios de la ciudad y en las escuelas, desde el preescolar,  estableciendo metas a corto, mediano y largo plazo.  El objetivo con ello es descubrir y formar a los nuevos músicos, cantantes, bailadores, folcloristas, humoristas, pintores y poetas del Siglo XXI.

Es importante no perder de vista que mientras hacemos lo anterior, igualmente debemos reconocernos como hijos de esta tierra para enaltecer nuestro trabajo y reivindicar nuestra importancia.

Qué bueno sería construir la galería de los próceres en el Pacífico. Luego rescatar acervos culturales y personajes que han contribuido a nuestro pueblo para hacerlo cada día más grande.

En esta galería deben estar las efigies de Patricio Olave Angulo, Eusebio Muñoz Perea, Marino Klinger Salazar, Enrique Urbano Tenorio, Petronio Álvarez, Delio Maravilla Gamboa, Fredy Rincón, Margarita Hurtado, Mercedes Montaño, Teófilo Roberto Potes, Adolfo ‘el tren’ Valencia, Roberto Lozano Batalla, Raúl Cuero, Watusi y  otros de igual o mayor importancia que por el momento escapan al rigor de la memoria.

Cuando hayamos hecho todo esto, muchos de afuera y de adentro nos mirarán con orgullo y agradecimiento por haberles dejado un legado a las generaciones que nos siguen.

Negros: a recuperar espacios

 Por Jesús Agualimpia 

Una vez más lo decimos: el negro en Colombia tiene que cambiar radicalmente su forma de actuar y de pensar, a fin de mejorar sus condiciones de vida.  Es urgente y necesario que no lo sigan mirando como sumiso.  Cuando  el negro reclame sus derechos con coraje y argumentos  como lo hacen los indígenas, la historia cambiará.

Precisamente la lucha de los indígenas por sus derechos colectivos es digna de destacar. Sin embargo no podemos olvidar que los  negros  fueron los esclavizados, los  que trabajaron la tierra de sol a sol, obligados. Es una deuda histórica que el Estado colombiano no ha pagado.

Fueron los negros los que sin salarios, sin primas,  ni vacaciones,  trabajaron las minas de oro y platino. Trabajaron también la pesca, la agricultura,  cultivaron el cacao, el tabaco, la caña de azúcar y el café. En otras palabras, consolidaron la  base de la economía y riqueza del país.

Negros, por favor: prohibido olvidar. Recuerden que fueron las negras las que cocinaron,  las que sirvieron de niñeras, parteras,  las que mecieron las cunas de los que hoy son presidentes de la República, ministros, generales, grandes hombres y mujeres que gobiernan el país. Sin embargo solo le dejaron a los negros el deshonroso y denigrante título de esclavos.

Para conocer cómo estamos hoy,  revisemos las estadísticas del negro en Colombia.  El documento Conpes 2909 de 1997 recoge los estudios hechos por Planeación Nacional en el único censo serio que se ha llevado a cabo sobre los negros del país,  y cuyos datos sirvieron de base para la formulación del Plan Colombia que le presentaron a Estados Unidos en 2002.

En dicho documento los negros en Colombia eran el 26% de la población, es decir 10’500’000 personas.  Hoy, 15 años después,  la cantidad  de negros es de 13 millones.  Ahora: ¿qué pasa con los negros y cuál es su situación después de finalizado el Plan Colombia?

La población afrocolombiana presenta en el sector rural una tasa de analfabetismo del 43% y del 20% en el sector urbano, mientras que esos mismos datos en el resto de la población es del 23% en el sector rural y del 7.3% en el sector urbano.  De igual forma,  los negros tienen en educación primaria una cobertura del 60% en áreas urbanas,  mientras que en el sector rural solo alcanza el 41%, siendo los promedios del resto del país el 87% en el sector urbano y en lo rural el 73%.

Para la secundaria los negros tienen una cobertura del 38% en los centros urbanos,  en cambio para el resto del país es del 88%. En la región Pacífica por cada 100 jóvenes negros que terminan la secundaria, solo dos terminan la universidad. Esto debido  a la falta de recursos económicos.  Los anteriores datos son solo una pequeña muestra de la realidad del negro en Colombia.  En otra oportunidad analizaremos los temas de salud, vivienda y otros.

 

¿Por qué el Sida? (I)

Por Eduardo R. Stanford

El Ser Supremo creó a la especia humana dotándola de un cuerpo sano, vigoroso y armónico. Sin embargo, en el momento actual, las enfermedades parecen compañeras inseparables de las personas. Estamos siendo víctimas de enfermedades incluso irreversibles que nosotros mismos hemos creado.

El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida – Sida ¬– ha sido el más grande rompecabezas que haya tenido la ciencia médica y sobre su origen se han hecho toda clase de suposiciones. Inicialmente se concluyó que lo mejor para prevenir el contagio del virus ere la relación sexual con una pareja estable o vivir en monogamia. Pero luego se oficializó el uso del preservativo o condón.

A ello se le hizo publicidad con la figura de dos pollitos donde la hembra dice enfáticamente: “sin preservativos, ni pío”. ¿Pero el preservativo sí evita el virus que causa el Sida? Lo curioso es que al observar un condón con un ultra microscopio se pueden ver diminutos orificios que dan la impresión de mirar la televisión con la señal lluviosa.

Cuando el hombre eyacula dentro de la vagina hay una contracción nerviosa  y en el acto el pene sufre un movimiento peristáltico con el cual adsorbe cierto fluido etérico del sexo opuesto. Igual sucede en la mujer cuando tiene un orgasmo, en cuyo caso la reacción peristáltica se da en el clítoris.

Con el uso del condón el fenómeno de absorber el fluido etérico al llegar al clímax es igual y puede haber contagio del VIH. Si la persona que se le absorbe el fluido etérico es portadora del virus del Sida, podemos decir que el condón es seguro contra toda enfermedad de trasmisión sexual menos contra el virus que produce el Sida, a no ser de que la persona tenga la testosterona o la progesterona  en perfecto equilibrio.

Si el individuo tiene desequilibrada estas hormonas puede ser fácilmente contagiado por el VIH en una relación aunque use condón. Pero si el individuo tiene el natural equilibrio de la testosterona  (en el macho) y progesterona (en la hembra) difícilmente  es contagiado por la persona con la que copula, si esta es portadora del virus del Sida. Sobre las citadas hormonas ya hablé a fondo en mi artículo ‘El origen del homosexualismo’.

Clamor por las reglas sociales

 Por Armando Arboleda

Debe ser fácil cumplir las normas en sociedades civilizadas. Lo contrario puede ser la entropía que subyace en los sistemas. No obstante, uno puede preguntarse cómo convivir entre seres humanos sin los mínimos de respeto por pautas de comportamiento.

En todo esto, emergen dudas comprensivas. Se interroga a la familia, a la sociedad, al Estado y a la escuela. Esta última es blanco de los ataques en torno a la exigencia de recomposición del tejido social. Las dos primeras, salvo contadas excepciones, juegan un papel cómplice en la educación del ciudadano. Es así como de manera constante este se ve bombardeado por enseñanzas que no ayudan en la consolidación de una persona acorde con las expectativas sociales.

De esta forma, lo que parece simple falla de patrones de crianza, para el caso de la familia, se torna en detonante de actitudes nocivas en el escenario de la comunidad. Así mismo, lo que se presenta como una falencia al interior de la sociedad, viene a ser un marco de comportamiento bochornoso generalizado por personas que se otorgan licencia para hacer lo que les parezca en detrimento del conjunto de la comunidad.

Es indudable entonces que el respeto, la adquisición de las normas y pautas de buen comportamiento, es un trabajo que se debe iniciar y terminar en la familia. Este lugar sagrado no puede convertirse en el espacio del relativismo normativo donde nada importa y donde el individuo obtiene  franquicias para ir repartiendo su mala educación por el mundo. El clamor de García Márquez, por una educación desde la cuna hasta la tumba, implica otorgar a la familia las herramientas para conducir de buena manera a sus integrantes.

Se preguntará el lector por el papel de la escuela. Pues bien, en reiteradas ocasiones he escrito que a esta le atañe un papel determinante en la formación del individuo. Pero pretender que ella recomponga los desaciertos de la familia,  es como pedirle al árbitro que enseñe las reglas a profesionales en pleno partido.

El matrimonio familia-escuela solo tiene sentido cuando las partes tienen definido de manera clara su rol.

En suma,  si lo anterior no se logra, se persiste en traer y dar al mundo personas para que la sociedad de cualquier manera los forme. Los resultados de manera inequívoca son los que estamos viendo. Una humanidad desquebrajada al vaivén de sujetos que pisotean los cimientos de sociedades que se presumen civilizadas.

Políticas pedagógicas para la primera infancia

 Por Aldemar Velasco

Una política pedagógica es fundamental para garantizar el derecho a la educación de todos los niños desde su nacimiento. Incluso desde que están en el vientre materno.  Para cumplir con este mandato, Colombia debe diseñar  una política que oriente estrategias, acciones, recursos y esfuerzos de diversos actores del sector público y privado hacia un propósito común: los seis primeros años de vida son cruciales para el desarrollo humano, físico, cognitivo y social.

Por tanto, una política educativa ofrece la posibilidad de crear mecanismos que faciliten el desarrollo integral de los niños. Las decisiones que se tomen y las actividades que se realicen en nombre de los niños  durante sus primeros años influyen en la forma como se desarrollarán y en la manera en que progresan los países. En tal sentido, se requiere una política educativa que determine los escenarios, los recursos y las oportunidades que faciliten el desarrollo integral en el ámbito familiar, comunitario e institucional y mejoren la vida de los niños.

Los derechos de los niños se cumplen en la medida en que su desarrollo se realiza del mejor modo. Desarrollo humano y protección de los derechos humanos son dos perspectivas que deben converger para el adecuado diseño de las políticas públicas relativas a la primera infancia y, en particular, de la política educativa.

La Conferencia Mundial de Educación para Todos de 1990, de Jomtien (Tailandia) declara que el aprendizaje empieza con el nacimiento; es un llamado al cuidado de la niñez temprana y a la educación inicial. Como lo expresa John Heckman, Premio Nobel de Economía, “no podemos permitirnos posponer la inversión en los niños hasta que sean adultos ni tampoco esperar a que entren a la educación primaria, un momento que puede resultar muy tarde para intervenir”. Entonces, cimentando la educación en valores desde la casa y fortaleciéndola en la escuela es como contribuimos en la consolidación de estas políticas pedagógicas para la primera infancia.

La atención a la primera infancia es una de las condiciones para lograr los niveles de desarrollo humano requeridos para que los países puedan garantizar a sus ciudadanos posibilidades de realizarse como individuos y colectivos. En definitiva, es entendible que una pedagogía cimentada en valores contribuirá en la formación de los niños para que sean libres, autónomos, capaces de producir sus propios conocimientos y convertirse en constructores de un país más justo.

Racismo por siempre

Por Jesús Agualimia – Director de Pacífico Siglo XXI

Todos los días me pregunto cuál es la fórmula para acabar con el racismo y  la discriminación racial en Colombia, y en especial en el Pacífico.  Es algo que veo a diario. Sin embargo los negros no se dan por enterados.  Es un racismo asolapado con un tinte de amistad de parte del mestizaje que tiene el poder económico en Buenaventura, y esa discriminación va desde lo cotidiano en sectores de vecindad,  hasta las instancias más altas del poder,  pero se hace evidente en el empleo.

Cuánto daría  por entender por qué los negros de hoy son tan pasivos, por qué sufren estoicamente el dolor de la pobreza, el hambre,  la insalubridad y la muerte en silencio. Nadie se levanta para protestar por esa nueva forma de esclavización, y lo peor  es que los mayores se están muriendo y la nueva generación se blanqueó sin rebeldía.

Lo hemos dicho: en Colombia somos tratados como extraños en nuestra propia tierra. No entiendo cómo nunca a la mayoría de los negros les da por pensar el por qué somos los más pobres del país.

Nunca he podido entender por qué a negros y mestizos les parece raro que los afro siembren coca o marihuana. En otras zonas la comercializan o en otros casos se van de polizontes,  se vuelven contrabandistas,  sicarios, guerrilleros o delincuentes,  si es la más rápida oferta que tienen en su desespero por sobrevivir en un Estado indolente frente al sufrimiento del pueblo.

En una sociedad tan desigual,  no me sorprende que la mayoría de los alcaldes terminen en la cárcel por malgastarse el presupuesto de sus municipios, y lo más extraño es que esto se repite una y otra  vez y nadie le da por preguntarse el por qué de ese fenómeno para entender de dónde viene el problema y mirar las soluciones.

En ese punto es bueno traer a colación las palabras del presidente norteamericano Lyndon Jhonson en 1965,  cuando logró que el Senado aprobara los derechos civiles de los negros después de la lucha de Martin Luther King. Lyndon dijo: “No podemos tomar a alguien que ha estado encadenado por años,  liberarlo,  ponerlo en la línea de arranque y decirle que ahora está libre para  competir con los demás y creer sinceramente que con eso hemos actuado con toda justicia… hombres y mujeres de todas las razas nacen con las mismas capacidades, pero la capacidad no es solo producto del nacimiento; la capacidad se ve ampliada o impedida según la familia con que se vive, la escuela a la que se asiste. El grado de riqueza o pobreza que a uno lo rodea es el producto de cientos de fuerzas invisibles que actúan sobre el pequeño infante, sobre el niño y finalmente sobre el hombre”. 

La discriminación en el Pacífico se sufre sobre todo en los puestos de trabajo,  pero el empleador lo justifica basado, según él, en la incompetencia de los negros. Pero olvida que por esa falta de oportunidades ese negro está condenando al resto de su generación para ser educada,  porque la pobreza se hereda, así como la riqueza.

Los líderes del paro cívico

Se ha tejido una polémica de alto calibre en torno a los dirigentes del paro cívico,  y a los recursos del Fondo para el progreso de Buenaventura que se logró tras esta protesta. Dicho Fondo está esperando la aprobación del Senado y luego la sanción presidencial.

En condiciones normales,  este Fondo sería la gran oportunidad para que Buenaventura pueda empezar a solucionar los problemas y necesidades históricas que tiene. Sin embargo,  hay muchos que piensan  que el mayor problema  de Buenaventura va a estar en el cuidado y manejo de los recursos  debido a toda la cantidad de padrinos que ya tiene el Fondo, sin haberse aprobado.

De todos es sabido que cuando los recursos llegan a Buenaventura, siempre llegan menguados y más aún cuando estamos en plena campaña política.  No es de extrañar que algunos digan: yo fui el que más trabajé, el que hice  la gestión,  yo pasé el papel… Otro dirá: yo pasé el bolígrafo, y seguramente otros dirán que fueron ponentes, defensores, etc.  No le quepa la menor duda que el eje de la próxima contienda electoral será el Fondo de Buenaventura, todo el mundo reclamando su merecido crédito sobre él.

Ojalá no dejen por fuera las necesidades del pueblo que fue el que vivió y padeció el paro, para que hoy se dieran estos resultados. Muchos creen que lo más difícil ya pasó y están muy equivocados. Ahora viene la parte más complicada y es escoger con lupa aquí y allá a las personas  que van a manejar esos recursos con pulcritud,  de modo que estos no se queden ni en Bogotá, ni en Cali, y en cambio lleguen a donde deben, Buenaventura,  en beneficio de la población.

Es bueno hablar claro para que nadie se llame a engaño: en Colombia todo el mundo es honrado cuando no hay plata,  pero apenas esta aparece,  puede ocurrir  lo que decía el Papa en su reciente visita a Colombia: “el diablo entra por el bolsillo”. Solo esperamos que lo aquí expuesto no suceda y todo transcurra en paz y armonía.

De otro lado hay otras preocupaciones en tono menor que tiene la población,  en el sentido de que los líderes del paro cívico ya estarían tomando posiciones en la contienda electoral. Si esto es así, sería un gran error en este momento cuando no se ha logrado la primera obra como resultado del paro,  y toda la confianza del pueblo está puesta en ellos,  esperando culminar con éxito la aprobación del Fondo y la llegada de los recursos. Antes de aprovechar los réditos del paro, amigos líderes del paro cívico, consoliden los resultados logrados. Ustedes son los guardianes y vigilantes de todo lo logrado en esta protesta unánime del pueblo.